Toni Garau se deja llevar por la melancolía del pasado y, a través de los hilos, introduce al espectador en una memoria y una historia colectiva del pueblo de Sóller: el esplendor de las fábricas textiles.
Garau reinterpreta la utilización de este material con historia convirtiéndolo en un elemento principal de una colección de obras de arte.