En su serie de cuadros recientes, Adrián Navarro pinta en dos tiempos: construyendo unos fondos gozosamente cromáticos y gestuales, buscando ligereza más que densidad, y luego superpone una trama blanca perforada por círculos.
Este pintor entreteje las referencias a lo orgánico con una suerte de alegoría computacional, lo físico y objetual literalmente queda velado en una blancura que descompone la pauta reticular.