La artista valenciana plantea una situación abierta a múltiples lecturas dentro del espacio de cuatro escasos metros cuadrados de manera oscura y claustrofóbica. Un juego a cuatro bandas de miradas bidireccionales donde el visitante se convierte en un auténtico voyeur y parte activa de la pieza.
Tres personajes están presentes pero no del todo a la vista. Uno está cubierto por un cubo negro, otro parece salir del suelo asomando la cabeza que se refleja en un espejo, y, un tercero, se encuentra oculto dentro de un vestido. El público ejerce de cuarto personaje mirándolo todo desde el exterior.